21 de agosto de 2008

ALGO SOBRE EL CHUMBEQUE




Un sabor iquiqueño para el mundo

Doce mil chumbeques diarios produce la fábrica en Iquique.
Lo que comenzó como un pequeño negocio familiar que sólo abastecía a algunos almacenes del Iquique antiguo, ahora es una próspera fábrica que paulatinamente ha expandido su rango de acción, primero en la Región de Tarapacá, luego al Norte Grande y ahora hasta el Area Metropolitana.

El Chumbeque llega a puntos tan distantes entre sí como los supermercados Rossi y un local en la estación Los Leones del Metro de Santiago.

Para Arturo Mejía Koo, dueño de la fábrica de Chumbeque M-Koo, la expansión de este dulce tradicional de la Tierra de Campeones no ha sido un logro de un día para otro, sino un trabajo constante de cubrir nuevos mercados, preocuparse de mantener a la clientela contenta y estar dispuesto a innovar en sabores y nuevas técnicas para comercializar su producto.

Por ejemplo ya se ocupó de sacar el registro de propiedad de la marca M-Koo, la figura del chinito e incluso el sello de calidad que viene en cada paquete de chumbeque. El está conciente que tiene en sus manos un producto que tiene grandes proyecciones a futuro. El problema está en que los bancos no le dan el apoyo necesario para expandir su negocio a Santiago. Ahora sólo llega a algunos puntos específicos, pero él desea llegar a cada rincón de la metrópoli con este dulce de harina, miel y limón de Pica.

Afirma que necesita un socio capitalista que entregue los recursos e instalar una fábrica en Santiago. El principal obstáculo para expandir el Chumbeque está en los costos. El flete para el centro del país sube el precio final del producto. Además los insumos salen más baratos al comprarlo en la capital que hacerlo acá.

También sostiene que hay interesado, de grandes fábricas de prestigio internacional a empresarios destacados a nivel nacional. Sin embargo, las negociaciones no han llegado a buen término porque en muchos casos, los inversionistas quieren la receta y que desaparezca la marca M-Koo o la frase que indica que el chumbeque es un dulce tradicional iquiqueño. Esos dos temas no se transan.

Por mientras, su negocio sigue creciendo de acuerdo a los propios recursos que posee la familia Koo. Actualmente producen 12.000 chumbeques diarios en las dos fábricas que poseen en Iquique, la tradicional ubicada en Ramírez con Latorre, y otra que está ubicada en Tamarugal y Playa Blanca. También poseen otro local de venta en avenida La Tirana.

De esta manera surten a los principales supermercados de la Primera y Segunda Región, almacenes de barrios y todos los quioscos que existen en los colegios de la ciudad. En Santiago tienen varios puntos de ventas. Comenzaron a surtir en forma periódica la capital desde el 15 de diciembre del año pasado. Incluso están enviando en forma eventual chumbeques a Punta Arenas.

De la misma manera como piensa en extender el negocio, también se preocupa de sacar variantes del mismo. Al chumbeque tradicional de miel y limón de Pica se suman otros sabores maracuyá, papaya, naranja, guayaba. Incluso afirma tener un chumbeque light con sabor a pomelo. También está el de manjar que tiene buena recepción en Santiago. En tanto que la novedad de este año está en el chumbeque de kiwi, que mantiene el sabor y las características que tiene el dulce iquiqueño y que es mejorado con un "toque tropical".

Mejía asegura que el producto posee 376 calorías, cuatro veces más que una empanada. "Un chumbeque junto a un vaso de leche es suficiente para mantener en pie a un niño por seis horas". Según él esta es la clave para masificar el producto a nivel nacional. A diferencia de otros dulces y repostería común, el chumbeque tiene un periodo largo de duración. "Un berlín al segundo día está latigudo y al tercero ya no se puede comer. Un chumbeque puede estar por meses guardado y cuando al fin se consume no pierde su sabor".

Duración, sabor y aporte de energía son, a juicio de él, las fortalezas del chumbeque. Sin embargo eso no es todo. Mejía sabe que la clientela de Santiago es diferente y requiere de un formato distinto. Es por eso que agrandó el tamaño del chumbeque. Es más rectangular y más delgado. Lo vende por unidades y tiene una presentación más cuidada y sencilla, especial para consumirlo en la calle y sin quedar con las manos con restos de la miel.

La clave está en la receta que tiene y que guarda celosamente. A pesar que existen otras personas que hacen chumbeque, el sabor y la consistencia no es igual. "La gente se da cuenta por el sabor y por la forma en que está presentado el producto".

Asegura que la marca Koo es conocida y que demuestra calidad. "Es por eso que tiene el sello de garantía".

El trabajo de Mejía es el fruto de una larga historia familiar que data de principios del siglo XX cuando su abuelo llegó a Iquique proveniente de Cantón. Su nombre era Kaupolín Koo Kau. En 1920 llegó a Chile y al ingresar fue rebautizado por Ernesto Koo Flores. Con ese nuevo nombre y con algunos conocimientos de homeopatía y curación oriental, se autodenominó médico y comenzó a atender a los trabajadores de las salitreras. Su centro de operación fue Pozo Almonte. Fue en esta localidad que conoció a su esposa Petronila Bustillo Sandoval, quien tenia como oficio hacer dulces a pedido. La historia familiar cuenta que el matrimonio tuvo una idea, mezcló una antigua receta de Cantón para hacer alfajores con los productos que había en Tarapacá. Luego de varios intentos surgió el chumbeque, "una mezcla de alfajor chino con queque chileno".

Durante varios años continuaron haciendo este dulce a pequeña escala. Fue en 1952 cuando Ernestina Koo Bustillo, hija del matrimonio, instaló un almacén de abarrotes en Iquique. Su fama creció y comenzaron a repartir a otros locales de la ciudad. El negoció pasó a manos de Jorge y Gilberto Koo, quienes mantuvieron la tradición. Fue a mediados de los años 70 cuando Arturo Mejía aparece en esta historia. Como sobrino de Jorge y Gilberto mantuvo una estrecha relación con ellos. En 1978 la situación económica de Arturo Mejía se complicó por la enfermedad de su padre y la falta de trabajo. Llegó donde sus tíos y pidió ser vendedor de chumbeques. El los repartía a algunos locales de la ciudad. La producción en vez de crecer, disminuyó. Hasta que Mejía decidió comenzar a fabricarlos él mismo con la ayuda de un panadero. Al principio hicieron 500 con un sólo horno. Los vendió todos y la demanda creció. Luego fueron 1.000 a la semana y los pedidos seguían aumentando. "Entonces pensé que la clave era comprar maquinaria". De a poco el negoció creció y comenzaron las ideas de tener una fábrica propia. Hoy esas ideas están materializadas en el negocio M-koo que está en Latorre con Ramírez. Es conocido como el chino y aún tiene varios proyectos en menos. "Sólo me falta el socio capitalista", sostiene.




PUBLICADO EN LA ESTRELLA DE IQUIQUE EL 29.06.2004




7 de agosto de 2008

LA TIRANA Y SU LEYENDA


La Leyenda de La Tirana y de su milagrosa Virgen comenzó a gestarse en los albores de 1535 cuando Diego de Almagro salió del Cuzco y a la Conquista de Chile. Lo acompañaban quinientos cincuenta españoles y alrededor de diez mil indios peruanos.Iban también dos hombres importantes: Paulino Tupac, príncipe de la familia de los Incas y Huillac Huma, último Sumo Sacerdote del extinguido culto al Dios Sol.Ambos eran tratados en forma deferente por los españoles y estaban destinados a pagar con la vida si se producía conato de rebelión entre los indios que formaban parte de la expedición.Vinieron también secretamente, muy camuflados en las filas, un cierto número de “Wilkas” o capitanes experimentados de los antiguos ejércitos imperiales Incas y un grupo de sacerdotes, quienes bajo su aparente humildad y sumisión esperaban sólo el momento oportuno para vengarse.El sumo sacerdote y su hija
Acompañaba en la expedición a Huillac Huma su hija, la “ÑUSTA”, que nacida años antes, tenía un sus venas sangre de los Incas soberanos de Tahuantisuyu, que aún sufrían el vejamen que les impuso el débil y confiado Atahualpa. Al rendirse, Paullo Tupac nunca pensó acompañar hasta el fin la expedición; es así como Huillac Huma, desprendiéndose sigilosamente del Ejército Español, encontró la ocasión que tanto esperaba . A la altura de lo que era Atacama la Grande, más tarde Calama, huyó a la provincia de Charcas. Sus planes eran fomentar la rebelión que promoviera en el Cuzco el Inca Manco.El grupo de Incas que se quedó con la “Ñusta” Huillac, también pensaba en huir con su princesa.Huye Huillac HumaAl alcanzar la hueste desertora la cálida región de Pica, huyó esta vez la “Ñusta Huillac”, seguida de un centenar de Wilkas y adictos servidores. Se refugiaron en un bosque de tamarugos y acacias silvestres, que por entonces cubrían en su mayor extensión lo que ahora llamamos Pampa del Tamarugal. Lo que queda aún en nuestros días, muchos lugares de salvaje belleza, en las inmediaciones del pueblo de Tarapacá y en los alrededores de los caseríos de Canchona y La Tirana. Por eso apodaron con el nombre indígena “Tarapacá” esa región, porque en lengua incaica significa escondite o bien de boscaje impenetrable.La Ñusta y su reinadoY así fue como durante cuatro años la “Ñusta Huillac”, rodeada de sus fieles y valientes “Wilcas”, fue la reina y señora de esos lugares. Con inteligencia organizó sus huestes, las distribuyó y convirtió esos bosques de tamarugos en un baluarte inexpugnable, regido por la férrea mano de la bella princesa incaica, que pasó a llamarse “La Tirana del Tamarugal”La princesa y su famaLa “Ñusta” regía su territorio con puño de hierro. Sus hazañas gestadas en su ardiente dedicación a la causa de su nación, traspasó muy pronto los límites de su comarca y su fama comenzó a extenderse por todo el norte. Las tribus vecinas y las muy remotas vieron en la bella princesa la capitana viviente y gallarda de sus ideales y la apoyaron en su airada protesta contra la dominación extranjera.De todos los rincones del territorio de Tanhuntisuyu acudieron a rendirle pleitesía y a jurarle lealtad; nutridas huestes de hombres de corazón bien puesto y dispuestos a luchar y sucumbir al lado de la animosa “Ñusta” por el suelo natal y su fe.La selva primitiva y bravía del Tamarugal fue durante cuatro años el extremo reducto de una raza y de un culto que estaba proscrito y, sin embargo, cada día ganaba más fieles, porque los indígenas renegaban del cristianismo.Rodeado de peligros y asechanzas ese puñado de indios peruanos valerosos e indómitos que dirigía la “Ñusta” se vio obligado por el rigor de las circunstancias a hacer frente a sus enemigos y a vivir una guerra sin cuartel que tenía una regla invariable: dar muerte a todo español o indio bautizado que cayese en su poder. Y así era la costumbre hasta que La Tirana sucumbió ante el amor.La pasión de La Tirana“La Ñusta Huillac”, temida por sus enemigos y conocida en treinta leguas a la redonda como la bella “Tirana del Tamarugal”, no pudo cumplir lo que había predicado: un día sus huestes atacaron en las inmediaciones de las selvas a un grupo enemigo y capturaron algunos prisioneros. Así fue como llevaron a su presencia un apuesto extranjero: cuando lo interrogó, muy altivo dijo llamarse don Vasco de Almeida y pertenecer a un grupo de mineros portugueses establecidos en Huantajaya, añadiendo que se había internado en la comarca en busca de la “Mina del Sol”., cuya existencia le había revelado un cacique amigo.Mirarlo y enamorarse fue una sola cosa. El corazón de la “Ñusta” tan implacable comenzó a latir más a prisa. El amor llegó y la “Ñusta” no pudo contenerse. Pero lamentablemente, reunidos los “Wilkas” y los ancianos de la tribu, acordaron que se aplicase la pena de muerte al prisionero.
Su corazón, que no había conocido vacilación y que hasta ese instante estaba embargado de odio y de venganza, se estremeció de pena al escuchar la cruel sentencia.Un sentimiento de amor y compasión brotó de ella y comenzó a pensar como romper la tradición de odio y librarlo de la muerte.Una sola mirada del apuesto prisionero bastó para hacerla quebrantar sus principios y todas las leyes se derrumbaran. La juventud, el porte distinguido, el estoico desdén de la muerte que demostró el noble y gallardo prisionero, aumentaron su amor y le indujeron a amar con desesperación a ese hombre, cuya vida estaba en sus manos como sacerdotisa y reina de su pueblo.
La Nusta salva al prisioneroDespués de pensar la noche entera, la “Ñusta” encontró una fórmula para salvar a su cariño. Un ardid para prolongar la vida del hombre amado.En su carácter de sacerdotisa fingió consultar los astros del cielo e interrogar a los ídolos, tutelares de la tribu. Después de meditar, reunió a su tribu y dijo que la ejecución del prisionero debía retardarse hasta el término del cuarto plenilunio, que así los ídolos le habían respondido.Los cuatro meses siguientes fueron de descanso para los guerreros del Tamarugal. La “Ñusta” Huillac no repitió durante ese período las correrías asoladoras que eran el espanto de los colonos de Pica y Huantajaya. Ella tenía otro objetivo: quería vivir su pasión y eso le dio al prisionero dos “lunas más de vida”,Las miradas de la “Ñusta” y Vasco de Almeida fueron cuajando en una amor una pasión incontenible; nada podía detener la pasión de la sacerdotisa incaica, que empezó a mirar la vida con los ojos del portugués.La conversión de la sacerdotisaLos diálogos bajo los tamarugos se prolongaban de sol a sol. Mirando a los ojos al portugués, la “Ñusta” preguntó: “Y de ser cristiana y morir como tal ¿renaceré en la vida del más allá y mi alma vivirá unida a la tuya por siempre jamás? ...”- “Así es, amada mía”- contestó el portugués.- “Estás seguro de ello, ¿verdaderamente seguro?, inquirió la “Ñusta”.- “Me mandan creerlo mi religión y mi Dios, que es la fuente de toda verdad”.En un rapto impetuoso la “Ñusta” pronunció las palabras que serían su perdición.- “Entonces bautízame, quiero ser cristiana; quiero ser tuya en ésta y en la otra vida” ...El bautizo de La TiranaLa “Ñusta” comenzó a vivir sólo para su pasión. Entregada al deleite del amor, la sacerdotisa descuidó las prácticas del rito incaico al Dios Sol.Su embeleso de mujer amada impedíanle ver el ceño adusto de sus “Wilkas”, ni el hosco ademán de los sacerdotes, ni la reserva glacial de sus súbditos, cuando la veían en sus devaneos amorosos con el extranjero.Altiva y serena, actuando bajo los impulsos de una firma resolución, se dirigió un día a la fuente que había en una de los claros del bosque. Vinieron los besos, los juramentos y el “NUNCA NADIE nos separe”. En el paroxismo de su pasión, la “Ñusta”le dijo:“Llévame a tu Dios que nos permitirá estar eternamente unidos”. Diego de Almeida le contestó: “tienes que bautizarte”, la “Ñusta” hincó la rodilla en el césped –cruzó sus brazos sobre el seno en actitud de humilde e inefable espera y pidió ser bautizada -.Almeida cogió agua vertiéndola sobre la cabeza de la amada neófita pronunció las palabras sacramentales:“Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espí ...”No pudo terminar la frase, porque los “Wilcas” que los vigilaban y que no aceptaban esa pasión, no pudieron resistir esa traición de sus principios y en airada reacción dispararon una nube de flechas sobre ellos.Ambos cayeron abatidos como tronchados por el huracán.“Ñusta Huillac”, herida de muerte, sobreponiéndose a sus intolerables dolores, llamó a su alrededor a los Wilkas, a los sacerdotes y al pueblo y con voz entrecortada les dijo:-“Muero contenta, muero feliz, segura como estoy, como creyente en Jesucristo, de que mi alma inmortal ascenderá a la Gloria y llegaré al trono de Dios, junto al cual estará mi amado, con quien estaré toda una eternidad. Sólo les pido que después de mi muerte, coloquen una cruz en mi sepultura, que estará al lado de la de mi amado”.Indicio en el cieloCorrían los años de 1540 a 1550 cuando fray Antonio Rondon, de la real orden mercedaria, evangelizador de Tarapacá y Pica, llegó al Tamarugal para levantar en todas partes el estandarte de Cristo.Un día vio un arco iris y siguió su comienzo hasta un bosque de tamarugos. Ahí, con infinita sorpresa, encontró una cruz cristiana en uno de los claros de este bosque.El santo varón vio en ello una especie de indicio del cielo, una llamada de recuerdo a la Princesa Tirana del Tamarugal. Por eso edificó una Ermita, que con el correr del tiempo, se convirtió en Iglesia que colocó bajo advocación de Nuestra Señora del Carmen de La Tirana, pensando en el escapulario Carmelita que llevaba Vasco de Almeida.Dicha iglesia se convirtió desde los primeros años de su consagración en asidua romería de los naturales de los pueblos y sierras inmediatas, en cuyas venas corre sangre coya. Fue la que fluía por las venas de la bella, sensible y desdichada “ÑUSTA HUILLAC”, que le legó su nombre y que con su historia de fe y amor impulsó el culto a “LA TIRANA”.